miércoles, 26 de septiembre de 2012

Las minas de Río Tinto





Tartesos, fenicios, romanos, árabes… las principales civilizaciones de la antigüedad conocieron las minas de Río Tinto y las explotaron: cobre, hierro, oro, plata… Una tierra rica sobre la que siempre ha trabajado gente pobre.












A finales del siglo XIX las minas están en manos de los ingleses que se las han comprado al estado español. La gran maquinaria propia del mundo industrial comienza a funcionar. Las grandes desigualdades que provoca, también.





En 1988 la situación se desborda. Los trabajadores de la mina protestan por las condiciones en que trabajan, por los sistemas contaminantes que se usan, por las enfermedades que provocan. Los trabajadores siempre protestan, deben de pensar, aburridos, los propietarios. Apenas son unos miles de desarrapados. Se avisa a la autoridad: las fuerzas del regimiento de Pavía llegan a poner orden. Y lo hacen a tiros. Ni siquiera fue una gran noticia. Unas docenas de trabajadores muertos, un poco de miseria menos.



Y el trabajo sigue. Y la explotación, la de la tierra y la del trabajador. A principios del siglo XX, en 1920, vuelven las protestas. Se inicia una huelga, pero la Río Tinto Company no parece darse por aludida. La huelga duró todo un año y finalizó por agotamiento de los trabajadores. Se morían de hambre. Literalmente. A pesar de que se repartían raciones diarias de comida, a pesar de la movilización y las colectas de los más comprometidos. Un año de miseria en la vida de los más míseros tampoco importa gran cosa.







No todo es malo. En el tiempo que estuvieron los ingleses en Río Tinto, se puso de moda un juego que todavía ahora se practica. El fútbol nació en Río Tinto.









En 1954 las minas vuelven a manos estatales y han sido explotadas por varias compañías. Se cerraron en el año 2001. Queda la historia.




Lord Byron, al cruzar por estas tierras en un viaje de Lisboa a Sevilla, lo dijo todo en una única frase: el polvo que pisamos estuvo una vez vivo.

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